Desde las profundidades del océano y de la mitología, encontramos este personaje, la mitad es un hombre barbado y la otra mitad es una especie de animal marino.

Cuentan las leyendas que hubo alguien con características similares que participó en batallas ayudando a los Griegos y cuyo sonido hacía huir a los gigantes, fue el único hijo legítimo de Poseidón y nacido de tal vez su única unión anhelada (con Anfitrite), un personaje admirable, incluso heredero de la inmensidad del mundo bajo la superficie del agua y que sin embargo a lo largo de la historia la sombra de su Padre lo sepultó, “Tritón” no logró trascender más allá de un personaje de caricatura y de transformarse en el nombre común de una especie, los individuos machos de las sirenas, cayó en el olvido y como se creía en la antigüedad, el olvido simbolizaba la inexistencia.

En este argumento de olvidar y por lo tanto borrar la existencia, la pieza busca mostrar que, en el fondo de nosotros puede aún existir un personaje olvidado, otro yo, enfrentándose a sí mismo, o siendo su propio cómplice, alguien que puede tener un lado bueno y un lado malo simultáneamente, que puede estar preparado para defenderse o a punto de atacar o que puede decidir con la posición de su tridente si es mejor permanecer o alejarse de la memoria.

Al final es una invitación a sumergirnos en las profundidades de nuestro interior y descubrir la grandeza de otro yo que puede estar oculto.