Los dioses en su humanidad también cometen errores y hay ocasiones en que emprendemos contiendas irracionales, nubladas de cualquier destello de prudencia e inteligencia y que no tienen otro desenlace más que distintas versiones y temporalidades de la mortalidad.

Ella es la luna, Coyolxauhqui, la diosa desmembrada que ahora apenas se levanta, está en un momento dramático, apenas despojándose de un velo, tal vez el velo de la muerte o de la vergüenza, aún mantiene las heridas de una batalla que no debió iniciar por una perspectiva de la honra de Coatlicue, que pudo haber sido un arranque de envidia, celos o soledad y que tuvo como resultado que el Dios de la Guerra “Huitzilopochtli” iniciara su vida destruyéndola.

Después de lo que parecía ser el final, aparecen grandes y pequeños expertos en sanar heridas de mente, alma y cuerpo, que nos ayudan a “salir de la muerte” y quien sabe, a aprender de los errores para continuar la vida; para Coyolxauhqui están sus cómplices, las 400 estrellas representadas por 4 bebés que por muy pequeños que sean la están ayudando a reconstruirse para seguir viva y brillar en el firmamento plenamente de nuevo.