Esta pequeña y graciosa pieza rescata parte de la leyenda de Mayahuel, diosa del maguey, del pulque y madre de los cuatrocientos conejos, aquí nos muestra tan solo una de las veinte pencas que serían necesarias para tener todos los conejos en el Maguey y justo en esta pieza, se rompen las reglas, la formación ideal y la perfección de la puntualidad.

El último conejito nos conquista porque nos conecta con nuestra humanidad, con la simpatía, el humor, la ternura y todo eso que tenemos de imperfectos y nos hace ser reales.