Esta delicada pieza rescata a un cómplice en los juegos de infancia, que toma forma con características inimaginables de un mundo donde nada es lo que parece.

Se trata de un trompo que, formado con infinidad de nopales, es montado por un bebé, engalanado con casco y brazaletes de plumas y emula a un incipiente guerrero águila, que extiende su mano para alcanzar la cuerda que lo hace girar y se fascina al ver que es una serpiente de trapo hilvanada meticulosamente.

Los elementos surgen de la leyenda que se dice indica al pueblo Mexica, el lugar para establecerse, un águila que, apoyada sobre un nopal, devora una serpiente. Estos elementos interactúan de tal forma que el trompo es una especie de vehículo y el pasajero tiene el objetivo de alcanzar esa serpiente que origina el movimiento, tal vez para para detener o acelerar la velocidad con la que suceden las cosas en la vida.

Esta reflexión nos invita a cuestionar si la vida se trata tan sólo de un juego en el que nosotros como jinetes no tenemos control sobre nada.